El mediodía del viernes 24 de octubre de 2014 un pedido de
auxilio comenzó a circular entre la población de Paraná, la bicentenaria
capital de la provincia de Entre Ríos. El nombre de Priscila Hartman se hizo
presente en miles de mensajes que corrían en cadena vía Whatsapp, redes
sociales y en los medios de comunicación. El pedido de ayuda de amigos y
familiares de Priscila, cuya preocupación tornaba en desesperación con el
correr de las horas, encontró rápidamente eco en la solidaridad espontánea de
la sociedad de Paraná y alrededores. La joven no había vuelto a su casa desde
la noche del jueves, su celular no funcionaba y no se tenían rastros de ella,
por lo que cualquier dato certero era válido para la investigación que ya se
había encaminado en su búsqueda.
Para entonces, Priscila ya había sido asesinada. Su cuerpo
asfixiado, golpeado y apuñalado yacía en el descampado donde la encontró la Policía el domingo 26 al
atardecer, desolado solar ubicado a dos kilómetros y medio del inexpugnable pueblo
de San Benito.