martes, 11 de noviembre de 2014

Leonardo Altamirano: culpable de su propia muerte

Leonardo Altamirano (Facebook)
El joven fue asesinado de un tiro en la cabeza por un hombre de unos 70 años el viernes 24 de octubre en el barrio Consejo de Paraná. Minutos antes, Leonardo había robado a un cartero, supuesto motivo que llevó al “vecino” a matarlo. Los medios dijeron que el hombre estaba “cansado de los robos” y construyeron la noticia dejando la ventana abierta a la estigmatización del joven, camino a que la víctima se convierta en culpable. 

 Una vez más. Otro joven de los arrabales paranaenses roba, es señalado y asesinado como si nada, y además culpabilizado y criminalizado por los medios de comunicación de la zona. Ni siquiera muerto lo dejan tranquilo: lo mataron y se busca cómo puede culpárselo de su propia muerte; incluso una vez asesinado (insistimos, como si nada) seguimos viendo su imagen manchada de prejuicios, de bronca injustificada, de ignorancia y bajeza moral e intelectual, ya que basta preguntarse por qué hacen lo que hacen los jóvenes de los barrios para entenderlos un poco más y demonizarlos un poco menos.

Pero precisamente a esta pregunta le escapan los medios (y, muchas veces, los periodistas). Y cuando ensayan su puesta en práctica, caen en supuestas explicaciones que ´mejor dejá nomás´ y que el por-qué-pasa-lo-que-pasa quede relegado. Tal el caso de UNO y El Diario en su forma de informar la muerte de Leo Altamirano.


Ni muerto ni ´ajusticiado´: asesinado
En primer lugar, no fue una muerte a secas, fue un asesinato, a quemarropa. A Leonardo lo mató un tal Godoy, de 70 años, de un tiro en la cabeza. ¿Cómo nombraron los medios, qué dijeron sobre lo que ocurrió? Algunas formas son justas: “asesinaron a un joven”, hubo un “homicidio”; otras, en cambio, son engañosas cuando no reprobables por su falta de firmeza o compromiso con la verdad: que “un joven falleció”, así, como se fallece de enfermo, de viejo, eludiendo claramente que fue asesinado (por alguien y por razones que hay que criticar); o que se trató de un “pretendido ´ajusticiamiento´”. Aquí el medio utiliza comillas para evitar hacerse cargo de la idea del “ajusticiamiento”, pero no se salva: todo el resto de la nota se dirige a construir tal sentido. 


“Un vecino muy respetado en el barrio”
Revisemos la construcción de los personajes de esta nefasta historia. Por un lado, tenemos al pibe asesinado por robar una billetera y un celular, Leonardo. Por el otro, Godoy, el hombre que decidió matar a un joven, “castigarlo” por delinquir, meterle un tiro en la cabeza como reprimenda, a ver si aprende que no se roba.

¿Quiénes son Leonardo y Godoy para el UNO y El Diario? El posicionamiento de los medios es ambiguo y no define claramente quién es víctima y quién es victimario. Por un lado, el pibe es “Leonardo Fabricio Altamirano”, “un joven de 21 años”, es presentado y entendido como “la víctima”. Pero también es criminalizado: Leonardo a su vez es “el ladrón”, “un joven acusado de asalto”, el “sospechoso de hurto”, palabras, ideas, sentidos que aportan (apuestan) al estigma: el delincuente que se la buscó, “quien mal anda, mal acaba”.

Por su parte, Godoy goza de la ambigüedad que sufre Leonardo. Mientras que, por un lado, el hombre es apelado como “asesino”, “victimario” y “homicida”, como contrapeso se le obsequian calificaciones como “un vecino muy respetado en el barrio” o simplemente “un vecino”, ese ideologema tan usado por los medios de comunicación de la Argentina a la hora de distinguir entre la gente decente y los bárbaros. Es la reproducción de la lógica ´buenos contra malos´ que se busca instalar para (no) pensar las problemáticas de violencia, delito e inseguridad, en la que el ´vecino´ siempre es la víctima y el ´delincuente´ -que no es vecino de nadie- el victimario. Incluso cuando es el vecino el que mata a tiros al joven que se robó un celular y una billetera. 


Justificar al asesino
Veamos ahora cómo describen y explican los medios el hecho. Antes señalaremos que describir (cómo ocurrió) y explicar (por qué) son problemas y actitudes muy diferentes en el trabajo periodístico-mediático. En el caso del asesinato de Leonardo Altamirano por parte del ´vecino´ Godoy, los medios confunden las cuestiones y buscan explicar el homicidio con la descripción de los sucesos, evitando la crítica y la reflexión a la que nos lleva la pregunta por qué. Pero esto es sólo un problema de método, lo más grave es la idea que, subrepticia y tal vez inconscientemente, promueven: justificar a Godoy.

El asesinato en 2013 de un joven rosarino por parte de más de 100
personas puso en debate la ´justicia por mano propia´
Falsa explicación 1: “El vecino estaba cansado de episodios violentos y robos supuestamente cometidos por el muchacho y decidió ultimarlo de un escopetazo en la cabeza” nos informa UNO. ¿Decidió? ¡Vaya decisión! ¿Puede decidirse hacer lo que hizo Godoy? Cuando decidimos, lo hacemos entre distintas alternativas entre las que tenemos la libertad de optar. ¿Cabe que, desde su enunciación periodística, se presente como una decisión posible de tomar el hecho de asesinar a tiros a un joven? 

Falsa explicación 2: “el victimario (…) al tomar conocimiento de un nuevo asalto, disparó contra el sospechoso (…) le asestó un certero disparo en la cabeza” consigna el cronista de El Diario. Aquí criticaremos dos aspectos. Primero, al decir “el victimario (…) al tomar conocimiento de un nuevo asalto, disparó contra el sospechoso”, ¿en qué lugar se lo ubica a Godoy? ¿Qué atribuciones se le conceden? Parece estar presente, entre líneas, la idea de una especie de justiciero que acude en nombre de la ley para combatir el delito.

¿Le cabe al “vecino” asesino de un pibe este rol? ¿No es una idea que debemos combatir y desterrar, al menos como comunicadores que trabajamos con la construcción y lucha de sentidos, la de la justicia por mano propia? Y segundo, ¿por qué calificar de “certero” el disparo? Es un adjetivo inapropiado: es de carácter positivo, pondera la acción; pareciera que se elogia el tiro que acabó con la vida del joven.

Falsa explicación 3: “el victimario habría actuado así como respuesta enajenada y fallida por otros robos acontecidos en la zona”. Se presenta el hecho como un fenómeno con causa (“otros robos acontecidos en la zona”) y efecto (“respuesta enajenada y fallida”, o matar a tiros a Leonardo). Este enunciado es lo más cercano a un intento de responder la pregunta por qué que encontramos en el análisis. Si bien la acción de Godoy puede explicarse así –pero de ninguna manera justificarse, como se intenta entre líneas, más bien debe denunciarse y criticarse- no creemos correcto presentarlo como una re-acción (respuesta). No hay porqué buscar justificar la acción de Godoy como respuesta a las acciones ocurridas previamente en el barrio. Sigue detectándose el sentido, solapado en la construcción de la noticia, de expiar la culpa de Godoy con los robos que ocurrirían –incluso comúnmente- en barrio Consejo.
  

La criminalización de los pibes
Leonardo tenía 21 años al momento
de su asesinato (Facebook)
Con esta crítica intentamos avanzar en la reflexión sobre la construcción de sentidos en las noticias policiales que involucran a jóvenes, principalmente marginados. No se trata de apuntar individualmente al periodista –aunque tampoco debemos esquivar la responsabilidad que nos cabe a cada uno- sino de denunciar las formas instaladas y generalizadas en los medios de criminalizar a los jóvenes, estigmatizar su pobreza, ignorar su falta de oportunidades y sus padeceres cotidianos, y señalar las culpas de quienes son principalmente víctimas de políticas que los empujan a la miseria. 

La nota de El Diario intenta, infructuosamente, sugerir la reflexión a la sociedad sobre el tema de la justicia por mano propia. “Apareció el más oscuro de los emergentes de este tipo de episodio: la discriminación, la exaltación del gatillo fácil y la equivocada creencia de que se trató de la acción de un ´vecino justiciero´” destaca. Estas ideas, prosigue, “lo que hacen es exaltar aún más los ánimos de la gente, empujando a los vecinos a una ley de la selva que no ayuda en nada a la vida en comunidad”. El párrafo tiene buenas intenciones pero es infructuoso, decimos, ya que las formas de El Diario –que comparte con la mayoría de los medios- de presentar este tipo de noticias cotidianamente neutralizan el éxito que pueda buscarse con un párrafo, una sola vez. En particular, en la misma nota que supuestamente invita a reflexionar el medio sostiene previamente que un vecino muy respetado en el barrio le asestó un certero disparo en la cabeza a un sospechoso de hurto.

No se busca ignorar ni subestimar la delincuencia, los hechos de violencia, a veces extrema, que ésta conlleva, ni las situaciones traumáticas que pueden vivir las personas que sufren estos hechos. Se intenta impulsar la inquietud alrededor de porqué-pasa-lo-que-pasa para avanzar en una postura justa y comprometida del periodismo frente a estos hechos: buscar y criticar las causas de los fenómenos, y los verdaderos responsables de lo que ocurre. Es el compromiso que le cabe al periodista por el rol político que su oficio significa en la sociedad, por ser un docente de masas, al decir de Mario Alarcón Muñiz, por la necesidad de asumir una postura justa en la problemática de la delincuencia juvenil, sino del lado del joven que cae en el delito (muchas veces para poder pagarse las dosis diarias), al menos no desde su estigmatización, criminalización y marginación, ya que, para empujar al pibe hacia esto, con lo que hace el Estado ya es suficiente.


Por Ramiro García Valentinuz

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