Los medios de comunicación llevan un tiempo empeñándose en
afianzar al interior de sus secciones de Policiales el tema "violencia
escolar". Le imponen a los hechos que engloban indistintamente bajo ese
rótulo el mismo tratamiento característico de dicha sección. Así, alumnos,
docentes y directivos de escuelas entrerrianas son noticia al lado de
narcotraficantes, estafadores, ladrones, homicidas, femicidas y violadores. La
dimensión (y dimensiones) de la violencia en la escuela requiere un abordaje
profundo e interdisciplinario para avanzar en su comprensión, condición previa para
empezar a hablar de soluciones, y que los medios aporten un tratamiento crítico
y comprometido, en vez de uno estigmatizante y sensacionalista. Susana
Valentinuz es licenciada en Ciencias de la Educación y magister en Educación,
egresada de la Universidad Nacional de Entre Ríos. Es especialista en sociología
de la educación, ciencia que enseña en la UNL, la UADER y la mencionada UNER. Esta entrevista busca intervenir en el debate necesario del
tema, en un intento de colaborar con la convicción de la docente: que "se
puede avanzar".
Para empezar, ¿qué
percepciones generales ves sobre la violencia en la escuela?
Primero vamos a establecer que hablamos de violencias en
plural, porque hay una multiplicidad de formas de la violencia. Así se incluyen
las significaciones que los actores le dan a la violencia, qué sentido le dan
los propios jóvenes a la violencia. Implica correrse de una mirada
esencialista, es decir que los sujetos "son" violentos, sin
diferenciarlo con que están "en condiciones de" violencia. Aparece
mucho en las escuelas y en los medios la idea de los jóvenes como grupo
violento. Asimismo, hay que salirse de la corriente del bullying. Ésta nace en la psicología norteamericana como una
reacción individual de sujetos, unos contra otros, y carga con la perspectiva
de la piscología más experimental-individual. Desconecta el contexto o proceso
social.
Susana Valentinuz, magister en Educación y especialista en sociología, defiende el carácter "fundante" de la escuela |
¿Cuáles son estas
violencias en plural?
Carina Kaplan propone tres modos: hacia la escuela, en la
escuela y de la escuela. Pensarlo así cambia totalmente la óptica desde donde
mirar el problema. La violencia de la
escuela se sitúa en los estudios de la violencia simbólica, del sociólogo
Pierre Bourdieu. La escuela, como institución reproductora de las condiciones
del capitalismo, ejerce violencia. De manera sutil, suave, como códigos
culturales que no se ponen en discusión. Un ejemplo de este tipo es la
violencia de género: aceptamos e internalizamos que el hombre es superior que
la mujer, pero desconocemos las condiciones sobre las que se construyó eso. La
violencia simbólica es condición sine qua non del sistema educativo, todo
sistema escolar se funda en su ejercicio.
Por otra parte, está la violencia hacia la escuela. Que los alumnos rompan la escuela es una
contradicción social que debemos leer simbólicamente: ¿qué le quieren decir los
estudiantes a la escuela? Pero hay que distinguir la violencia de la escuela
como institución hacia los estudiantes y la respuesta por parte de estos, de la
violencia hacia la escuela, que es resultado del proceso de fragmentación
social. Sin quedarse en un análisis tan simplista o esencialista, como decir "son
violentos, rompen la escuela y no la valoran". Lo que esto pone en evidencia, lo grave para
el campo educativo y lo que hay que volver a refundar, es que la escuela perdió
legitimidad.
Por último, la violencia en la escuela, que es el fenómeno más complejo de entender y
analizar. Kaplan dice que los docentes no encuentran modos de producir
autoridad y legitimidad, que no sean simplemente decir "andá para allá",
"cumplí las reglas". Es complejo, porque no podemos quedarnos en una lectura
de "los sujetos son violentos", en vez de pensar que están en
condiciones de violencia, la cual es una mirada sociológica, estructural, para
descubrir los rasgos de nuestros procesos sociales. Hay que articular los
campos de conocimiento y estudio. Esa violencia se expresa como efecto de la
larga crisis de nuestro sistema social y político. No para justificarlo en
condiciones estructurales con una mirada lineal: "¿por qué los chicos son
violentos? Porque son pobres". No. Hay que poder complejizar el problema y
ver las multidimensiones que tiene.
¿Cómo se relacionan
pobreza y violencia entonces?
Ojo con caer en el determinismo: "son violentos porque
son pobres". No. Lo que les pasa a muchos sectores es que han sufrido que
sus expectativas han sido traicionadas. La violencia no es producto de la
pobreza, es producto del resentimiento por las promesas incumplidas y de la
falta de expectativas de futuro. No es patrimonio exclusivo de sectores
subalternos. Tiene sellos de clase, pero no para que quede solamente ligado a
eso el problema.
La mirada determinista
a la que hace referencia Susana Valentinuz es uno de los tantos estigmas que cargan
los jóvenes pobres, los bárbaros de la periferia que osan llegarse hasta el
centro, circularlo siempre en "actitud sospechosa", porque cinco o
seis viseritas juntas bastan para activar el instinto de detective de los
policías locales; para que echen mano a alguna especie de derecho de admisión céntrico,
que los habilita a prohibirles el paseo reservado a la "gente bien",
avergonzarlos contra la pared, maltratarlos un poco con amenazas, burlas y
alguna que otra patada, para finalmente echarlos, devolverlos al barrio con la
sangre en el ojo, el orgullo herido y una dosis más de bronca impotente. Para
el pensamiento cómodo estigmatizante, la violencia, la vagancia y la delincuencia
de estos pibes son tan característicos como sus gorras, sus camperas de futbol
y sus zapatillas XXL.
¿Qué responsabilidad
le cabe a la escuela?
En ese juego de mirar las condiciones externas, la escuela
muchas veces se sale: todo está afuera en el contexto. Ajá, y la escuela ¿cuándo
se mira? Muchas veces la indiferencia también es una muestra de violencia. Un
docente que no mira al alumno, no le dirige la mirada o lo hace en forma
despectiva, que tiene pocas expectativas de lo que el chico va a hacer, que no
cree en el otro. Para ese docente se terminó su tarea. No hay posibilidad de educación.
Si uno va a ir a trabajar a contextos marginales y piensa: "¿para qué voy
a enseñarle química, matemáticas, etc, si éste va a ser cartonero? Con dos o
tres contenidos ya está". En esa desacreditación hay un gesto de gran
indiferencia, de no reconocimiento del otro. Eso no está dicho, es políticamente
incorrecto y nadie se atreve a decirlo. No es para culpar al docente en
particular. Las condiciones sociales han llevado a esto.
La reciente irrupción de la Policía en una escuela céntrica de Paraná, persiguiendo a un alumno, provocó repudio docente |
¿Cómo se ha dado ese
proceso?
Hoy conviven procesos civilizatorios propios de la
Modernidad -monopolización de la fuerza y consolidación de órganos centrales de
poder en manos del Estado, la creciente división de las funciones en la
sociedad, interdependencia de grandes masas humanas en ciudades- con núcleos
internos de descivilización. En algunos espacios se ha vuelto a formas
primitivas, vuelven a aparecer formas de heterocoacción, de reacción física
inmediata, de resolver todo en el cuerpo a cuerpo, por ejemplo en situaciones
que se dan en el tráfico, en la calle, en las canchas de futbol. Coincide con
el corrimiento del Estado y las crisis de las instituciones tradicionales como
la familia y la escuela, cuya eficacia regulaba las prácticas de los sujetos.
Las capas sociales que más lo sufren son las más expuestos a esa fragilidad
social. Si no sabés si llegás a mañana, si viven diez personas juntas en un
cuarto, con exposición a relaciones de intimidad todo el tiempo, experiencias
de abuso, falta de cuidado del cuerpo y del otro, se desarrollan formas de
constitución psíquica complicada. Pero ha llegado a todos los sectores.
Pensando esto podríamos entender el fenómeno de la violencia en la escuela. A
partir de su pérdida de legitimidad, en ella también avanza el "todos
contra todos" como única manera de resolución de conflictos.
¿La escuela ya no es
una institución legítima?
No creo que esté deslegitimada totalmente. El sujeto contemporáneo
está dispuesto a múltiples interpelaciones: institucional, de los medios de comunicación...
Y todavía se siente parte de las instituciones: nuestros espacios de
intercambio y socialización siguen estando en ellas y no creo que vayan a desaparecer.
La escuela no se terminó.
Pero también existen
opiniones casi nostálgicas, del tipo "esto antes no pasaba"...
No puede darse solamente una situación de nostalgia. Si te quedás en la nostalgia y no
entendés lo que pasó en el proceso social, no podés entender ni resolver lo que
pasa en la escuela, porque la pensás divorciada del contexto.
Susana Valentinuz pone
sobre la mesa una variable del problema que no estaba incluida en el
cuestionario previsto. Sostiene que los adultos no pueden hacerse los
desentendidos a la hora de pensar las
causas de la violencia entre jóvenes en la escuela. Sin que medie una pregunta
al respecto, interpela a "los grandes".
El problema son los adultos también: qué les ha pasado, qué condición de adultos hemos
configurado. El de la era de la posmodernidad se ha ido corriendo de ciertas
responsabilidades. Si ser adulto era condición de autonomía económica y social,
aumento de la responsabilidad y maduración biológica y psíquica -tres elementos
a que todo joven quería aspirar-, hoy queremos detener el paso del tiempo.
Adultos que quieren parecerse cada vez más a los jóvenes. Entonces, dice el
chico "¿a qué adulto me voy a parecer si mi viejo se quiere parecer a mí?"
Esto se ve particularmente en sectores medios y medios-altos: los adultos se
rejuvenalizan, se adolescentizan. Sostener la posición adulta es una acción de protección
a los jóvenes pero también de desafío. El docente desafía al estudiante, pero
tiene que permitirse el desafío propio. Cuando un estudiante cuestiona y enseguida
se le dice "no, porque lo dije yo, el docente" se corre del lugar del
desafío en vez de reconocer "mirá que interesante, no lo había pensado,
bueno, indaguémoslo".
¿Cómo ves que
trabajan el tema los medios de comunicación?
El medio construye
una noticia típica de caso policial pero no muestra nada del análisis social o
educativo, de cómo surgió o por qué. Hace un recorte del problema de "los
pibes violentos", que a su vez es una perspectiva sociológica. Resulta que
un caso viene a representar a todas las escuelas. Hay estudios que expresan que
realmente los casos de violencia en las escuela son muy pocos, casi
excepcionales. Los mismos docentes dicen "son los propios medios los que
arman un barullo y magnifican un problema sobre la escuela que aparece como el problema en la sociedad" y en
realidad hay pocos casos. No hay que cargar a la escuela con toda la solución,
tampoco. En este nivel de desintegración social, la escuela muchas veces sigue
siendo el único lugar que establece vínculos del orden del lazo social.
La violencia en la
escuela es uno de los platos favoritos que gustan servir los medios masivos de
comunicación para alimentar ciertos prejuicios que circulan dentro del sentido
común. Así, estos hechos de violencia son incluidos en las secciones Policiales,
citando a los comisarios en lugar de los
directivos escolares, y se narran con un registro policíaco, con las consecuencias
que esto trae a la construcción de sentidos en torno a la escuela y los jóvenes.
Sebastián Urquiza, en Jóvenes, escuelas y medios: cuando la ´violencia escolar´
es noticia, describe cómo "de la escuela no se habla en términos
escolares: no se resuelve con las autoridades escolares y la escuela está
invisibilizada como agente de decisión, los escolares pasan ser menores, se
reemplazan las intervenciones pedagógicas por las detenciones o demoras, y las
escuelas no pertenecen a distritos escolares sino a jurisdicciones policiales".
La novedad editorial mediática es la difusión de videos de peleas entre
alumnos, más precisamente entre alumnas mujeres. Se espectacularizan los
hechos, restringiendo la posibilidad de reflexionar en favor de la excitación del
morbo del público. El tratamiento que dan a los hechos de violencia en la
escuela, como el de robos, arrebatos, "desmanes" y balaceras que protagonizan los
"menores" en sus páginas y bloques televisivos, constituye un costoso
aporte de los medios masivos a la idea de que los jóvenes "no tienen
remedio".
¿Qué puede hacerse?
Creo que se puede
avanzar articulando campos, por ejemplo con la psicología. Volver a montar la
autoridad es central. No sólo en la escuela, también en la familia, en las relaciones
sociales. Porque se está volviendo una sociedad psicópata, es decir, aquel que
no desarrolla el sentimiento de culpa. Hay que reparar el daño producido, no
puede quedar igual que yo te pegue o te insulte. También hay que pensar el
lugar de la sanción. Es reparadora. Porque de lo contrario no se te permite
reconstruirte psiquicamente. Tras la agresión, no sólo se trata de pedir perdón,
sino de reparar el daño provocado. ¿Cómo avanzar en la escuela? Con prácticas
como las rondas de convivencia, trabajos de contención, para canalizar. Hay que
generar proyectos para que el alumno conozca al otro y lo valore, que tome conciencia
de su propia acción. Eso es fundante.
¿Fundante de qué?
Sigo pensando que la
escuela funda algo. No lo contiene, sino que funda un lazo: es un espacio
que funciona de otro modo, con otra lógica. Hay otro modo de vivir cuando un
chico puede hablar y decir lo que siente, y larga. Contener en tanto espacio
que me permite decir algo que no puede ser dicho en otro lado. Creo que hay un cambio, pequeñas modificaciones, pero
no es poca cosa. Yo creo en eso.
Por Ramiro García Valentinuz. Entrevista realizada en el marco de práctica curricular para la Licenciatura en Comunicación Social de la UNER.
Excelente abordaje del tema Susana Valentinuz; en una muy respetuosa, pertinente y oportuna entrevista. Esclarecedora para todos/as quienes convivimos con educandos y en un ámbito escolar público. Saludos. Sergio Fabri
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