Tres adolescentes robaron y
golpearon a otra en Gualeguay. Ante la intervención de algunos vecinos dos se
escaparon, resultando la tercera retenida y luego trasladada a la Policía. Ya
que se habían recibido otras denuncias por casos similares y las mismas chicas
estaban sospechadas como responsables, la Policía allanó las casas de las otras
dos, aunque no se encontró nada que pruebe las sospechas.
El hecho fue informado y
difundido por radio La Voz y su sitio web. En el desarrollo de la nota
encontramos indicios de una actitud política denominada ´estigmatización de los
jóvenes´, a la que lamentablemente adhieren muchas veces periodistas y medios,
además de un agregado subjetivo del cronista por lo menos criticable, cierta
ponderación un poco peligrosa de la policía y una pizca de machismo.
La descalificación de las
adolescentes que cometieron el delito comienza, pomposa, en el título: estas
mujeres son, para el redactor, “precoces patoteras”. La bajada es aceptable.
Pero en el primer párrafo ya encontramos la discriminación entre la chica ´mal´
y la chica ´bien´, la ´gente decente´ y ´la chusma´, barbarie y civilización, entre
–textualmente- “tres menores” y “otra
adolescente también de 15 años de edad –aunque
con diferentes costumbres”. Ya es momento de establecer que la nota no
informa claramente sus fuentes, desde que relata que las tres jóvenes golpearon
“salvajemente” a la otra, adverbio que puede aceptarse en la descripción
provista por algún testigo del suceso, pero no en la redacción de una noticia
que debe apostar a la objetividad y no tendecializar la información. ¿Por qué
un periodista tilda de “salvajes” a tres
adolescentes?
La degradación de las mujeres,
insertada en la nota a través de un fino resquicio, la encontramos cuando, en
la narración de los supuestos hechos, leemos que los vecinos consideraron “en
un primer momento que se trataba de una pelea más de mujeres”. Una pelea más. Es decir, las mujeres se pelean. Permanentemente.
Pero sus rencillas no merecen atención, porque los motivos no la merecen,
porque son estupideces, pavadas. Hay que
dejarlas: son mujeres.
El o la cronista describe con
gran beneplácito el papel de las fuerzas policiales en el problema.
Textualmente, “a la brevedad se hacen presentes en el móvil 564 el Oficial Geminiani y su chofer Delfino”,
nombre y apellido de los policías para que los vecinos reconozcan a los agentes
(pre)ocupados de su bienestar. En otro pasaje, “el Jefe Departamental de Policía junto al Jefe
de Operaciones tratando de ahondar un
poco en la situación familiar mantuvieron una charla” con la madre de la
muchacha aprehendida, descripción periodística de la conocida y habitual
actitud policial de reflexionar, pensar juntos y buscar la explicación de las
situaciones ante las cuales se ven forzados a usar su garrote. En esta crónica
tenemos al amable y bonachón jefe departamental de policía pensando junto con la madre de la “precoz patotera”, proveyéndonos
de una premisa que debemos agradecer quienes asumimos la tarea que nos
proponemos desde el proyecto La Sexta Pregunta: cuando analizamos la violencia
entre los jóvenes “la raíz del problema no está en otro lado que no sea el seno
familiar” finaliza el mencionado párrafo. ¡Bravo! He aquí un indiscutible
principio sociológico que nos deja la nota, gentileza de la Policía gualeya.
Por último, un aditivo casi
anecdótico a esta altura en la redacción y el posicionamiento del periodista
ante la noticia: “por fortuna de Dios solo hablamos de pérdidas materiales
porque tranquilamente estas jovencitas inconscientes hubieran podido ocasionar
una tragedia con la navaja que habrían portado”. Consideramos al menos
criticable una oración como ésta en una noticia de un hecho violento. Nuevamente,
puede resultar aceptable en un testimonio ocasional, pero no en la pluma de un
comunicador profesional comprometido con las problemáticas que constituyen la
materia prima de su labor.
Para los colegas de La Voz, así
como la joven víctima del asalto es una “adolescente de buenas costumbres”, las
otras tres jóvenes, víctimas de las causas que las llevan a cometer el asalto,
son “menores”, “femeninas” que golpean “salvajemente”, violentas, “patoteras” y
“jovencitas inconscientes”. Si deseamos aportar desde el periodismo y la
comunicación social a la solución de los problemas sociales que ocasionan este
tipo de sucesos, especial atención debemos prestar a los términos con que
nombramos a sus protagonistas, además de entregarnos a la búsqueda crítica para
la transformación, y no a la reproducción, de las razones profundas de la
violencia entre los jóvenes.
*Por Ramiro García Valentinuz
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